lunes, 23 de diciembre de 2013

“El Maito es nuestro símbolo" Roberto Sunchi dice ,gano lo suficiente para vivir.

Roberto Sunchi

Dueño de un local de comidas
Elena Wajai, valiéndose de un aventador, atiza los carbones que ahuman al maito: dos frescas tilapias asadas en hojas de bijao. Elena , de 60 años, llegó de Sucumbios para radicarse en El Tena se dedican a diversas actividades: ventas ambulantes y su especialidad la comida típica Amazonica.
Mientras tanto, avienta el carbón para que los dos atados de maito queden a punto, en 10 minutos, sobre una rústica parrilla.



Las hojas de bijao, de un tono verde oscuro y similares a pequeños paraguas, crecen en las orillas del Aguarico.
Los quichuas las cortan para venderlas en el comedor de platos típicos. Roberto , el propietario, de 56 años, limpia las mesas, copia las órdenes –el maito es uno de los tantos bocados que ofrece, los otros están listos en una refrigeradora. 
Sarita , la esposa, una mujer quichua de 50 años, de pelo negro y tez cobriza, le ayuda.
Los primeros maitos (vienen dos tilapias en cada envoltura) están listos y dos extranjeros, Paul, un Cuencano, y Peter, un canadiense, son los primeros afortunados en recibirlos.


Los dos ocupan una de las sencillas mesas de madera. 
Paul abre las hojas de bijao, desprende un trozo de tilapia y lo saborea. “Hum, sabroso”, expresa, y los mismo hace Peter. Los dos van rumbo al Cuyabeno, como cientos de turistas de paso.
Ellos han recorrido medio Ecuador y coinciden en que el sabor es inigualable. ¿Cuál es el secreto? Roberto admite que la receta es sencilla: lava los pescados de un tenue color rosado, retira las vísceras, los adereza con sal, los envuelve en las hojas y a la parrilla. “Creo –dice- que el sabor sale del líquido agridulce de las hojas”. Roberto despacha un promedio de 60 maitos al día; cada uno cuesta USD 3.


Un kilo de tilapia compra en USD 3,52 . El dueño, quien abrió el local hace cinco años, se jacta de ser un amazónico de cepa. El padre, fue uno de los fundadores de la parroquia  a 150 Km de Lago Agrio.
Los turistas terminan su maito y a la hora del postre, Sarita sirve, en una bandeja de madera, un pincho singular....Cinco gusanos blancos y asados, llamados mayón. Los extranjeros se sorprenden. Paul se lleva la mano a la boca. Pero don Roberto les anima. “Son ricos, solo comen vegetales, como el shungo (corazón) de la palma”. Se animan y admiten que son crocantes.
Junto a los atados de maito, más pinchos se preparan. La gente va y viene. Un cliente pide un plato de guanta; otro, de guatusa (los preparan como fritada). Los vallenatos se escuchan a todo volumen. Don Roberto abre el refrigerador repleto de carnes. Al preguntársele qué otros platos prepara guarda silencio por unos instantes. Luego se anima a responder. “Aquí tenemos venado, sahino (un pequeño cerdo de la selva), boa, anaconda”.
¿Boa, y anaconda?. “Sí, complacemos los gustos de pocos clientes, les gusta un filete. Estas culebras las traen del Alto Cuyabeno, el sabor es como el de un pez”.


Un plato de boa cuesta USD 6. No falta una fritada de lagarto. “Yo no sé por qué, pero a los abogados no les gusta el lagarto”, bromea, y admite que una boa la compra en USD 40.
Don Roberto  aspira que el Ministerio de Medio Ambiente le ayude a organizar un criadero de guantas. Ya tiene el espacio listo.
“Los quichuas -concluye- invierten el dinero en arroz, sal, azúcar y otros alimentos”. 
Elena , Roberto y Sarita siguen pasando los maitos, suaves y dulces.